Es muy adecuado estar a la altura de los tiempos.
Si dado nuestro grado de desarrollo y contaminación del medio ambiente, nos toca ser más cuidadosos, pues a ello.
Eso me dije cuando oí hablar de las, ya no tan nuevas, bombillas de bajo consumo. Para alguien razonable, es lógico creer que estas bombillas, con mucho menos consumo de energía, deben ir reemplazando progresivamente las de toda la vida (al menos la mía).
Lo que no es tan razonable es su precio, prácticamente quintuplicando las antiguas. Pero eso podría entenderse en cuanto a que son más complejas, y no han sido fabricadas aún en tanta cantidad como las anteriores. Sin embargo, esa diferencia de precio es algo que todavía a día de hoy estoy esperando que cambie un poco. ¿Será porque las antiguas ya no se comercializan que no encontramos ninguna competencia en precios?
Lo que ya no es de cajón, es que las malditas bombillas rabo de cerdo (así las llamo yo por su caprichoso diseño) fallen más que unas cerillas en remojo. Vale que cuesten cinco veces más, pero ¡no pueden durar diez veces menos! Llevo cambiadas más bombillas de bajo consumo que de las antiguas. Impresentable la industria que las provee y la administración que las cualifica y autoriza.
Es entonces cuando me vienen ideas más cínicas y menos cívicas a la cabeza como que, si realmente son menos contaminantes las malditas bombillas, ¿por qué hay llevar tanto cuidado al desembarazarse de ellas (que suele ser a menudo)? Con lo de que para ser sostenibles hay que pagar un precio mayor, ¿no nos estarán tomando por bobos?