Siempre me gustaron los trucos ilusorios. Ver aparecer o desaparecer
cosas ante tus ojos como por ensalmo, sucesos que desafían la
racionalidad, espejismos sin aparente explicación, son cosas que siempre
me deslumbraron y fascinaron.
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No voy a entrar en cómo la vida imita al arte, aunque se presta a ello. Simplemente voy a corregir un fallo de apreciación. Este espectáculo que todos conocemos no es magia. No debería llamarse magia. Entiendo que coloquialmente es fácil y pretencioso llamarlo así, pero tal término debería referirse a lo que verdaderamente lo es. Por favor, hablemos con propiedad.
¿Cómo deberíamos nombrar a los talentosos artistas del medio, pues? Si son trucos con las manos o manipulaciones, llamémoslo prestidigitación, arte que requiere un gran entrenamiento y buenas dotes dramáticas, si son trucos con aparejos y trampas que parecen desafiar la física, llamémoslo ilusionismo, algo que además de coordinación y creatividad, requiere mucho ingenio.
Ilusionistas y prestidigitadores tienen gran valor en sí mismos, no los denostemos llamándolos magos.
¿Qué es la magia pues? Es el arte esotérico de hacer que las cosas ocurran. ¿Cómo se hace? ¿Existe tal magia? Esto es una pregunta sin respuesta.