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28 julio, 2010

Comparaciones Odiosas V – Una persona sin opinión

A veces me irrita la necesidad que parece que existe entre nosotros de pronunciarse sobre todo y sobre todos. Parece que si no tiene opinión sobre un tema que surge en una conversación estuviera vulnerando una convención social plenamente establecida. Y eso nos convierte a todos en capaces de meter cucharada en cualquier discusión y de ser unos grandes diletantes.

No me entendiendan mal, es bueno y muy necesario que las personas tengamos nuestras propias opiniones, y nuestro propio criterio, y que haya diálogo e intercambio de ideas; de eso nos enriquecemos todos. Ahí está el problema; con lo de propias, quiero decir. ¡Qué difícil es cultivar unas opiniones verdaderamente propias! Hay tanta información, tantos datos, tantos hechos que nos inundan diariamente, que ¿cómo va uno a analizarlos en detalle, sopesar los dos lados de la balanza y valorar suficientes puntos de vista?



Yo casi  nunca leo los periódicos. No es que no me interesen, pero sigo una regla: La mayoría de información que voy a encontrar en ellos la olvidaré en menos de una semana, por lo que es irrelevante. La que no lo es, por su trascendencia, irá apareciendo en otros medios e incluso alguien pronto me hablará de ello, con su opinión formada al respecto, de modo que igualmente la conoceré.  Además, los diarios son muy tóxicos, sin excepción. La información es fragmentada, a menudo tiene sesgos y está cargada de opiniones, de las opiniones de los demás. ¿Qué debería hacer, leer una noticia diez veces en diez lugares distintos para obtener datos neutrales, o limitarme al periódico de mi circunscripción ideológica?

De manera que por ejemplo, si me preguntan sobre el conflicto árabe-israelí, (o musulmán-hebreo, aún no lo sé exactamente) ¿qué les voy a decir? ¿Tengo que fijarme en quién comete o ha cometido más agravios? ¿En quién tiene la razón histórica? ¿En si cuento entre mis amigos a musulmanes o hebreos? Pues resulta que tengo de ambos. Y no, no tengo una opinión al respecto. El tema me parece extremadamente árido y serio como para ponerme de parte de alguien. Por eso, respecto a este tema, tengo que admitir que soy una persona sin opinión. Por favor no se indignen ante tal declaración.

Una de mis pocas excepciones a esta regla (la de no seguir a los periodistas) son los reportajes en profundidad. Cuando un tema se trata en televisión por una duración de al menos media o una hora, veo que saco algo de provecho. Ni que sea averiguar que el reportaje era tendencioso, porque en una hora no pueden disimularlo.

Para lo demás, están los libros. Un segundo corolario a mi regla es: Concéntrate al menos en eso que te llevará menos de leer y digerir, de lo que le llevó escribirlo a su autor (y no tengo esa sensación con muchos artículos).

Y el resto de opinonólogos, que vomitan discursos sobre cualquier tema que les ponen en el guión, son también de poco interés para mí. Ocasionalmente, alguno echa una brizna de lucidez e incluso inspiración al discurso, aunque escasean. Pero, eh, no me quejaré de eso, mejor que se hable que que se calle.

Lo dicho, no hay que querer saber de todo si no queremos hablar con las palabras de los demás. Esa sí es mi opinión. ¿Y la suya?

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Fototrampas por Iván Cosos J.N.S.P.S. está registrado bajo una Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.