¿Hay que abolir las corridas de toros? ¿Hay que proteger la gran Fiesta Nacional? Mm, no es una cuestión sencilla, pero me gustaría decir un par de cosas al respecto:
Vaya por delante que no me considero un activista en defensa de los derechos de los animales, aunque no por ello quiero que se les cause mal. Así es. Vaya también por delante, que a mí no me gustan las corridas de toros. Así es. Recuerdo de chiquito, cuando la tele era en grises y sólo había dos canales, esas tardes interminables de ruedos que se me hacían tan aburridas. Pero dicho esto, que quede también claro que no me siento indiferente al sufrimiento de los animales, ni me opongo a las actividades o eventos que simplemente no van conmigo. Quizás piensen que estas afirmaciones me desautorizan para pronunciarme sobre el tema. Yo creo que en los debates hay que oír tantas voces como sea posible, y no únicamente a los defensores de cada una de las tesis, en constante lucha dialéctica con la otra.
Para enfriar el tema, quiero empezar por pronunciarme sobre los hechos: Creo que es innegable el hecho de que los animales sufren cuando se les hiere y se les da muerte. ¿Cuánto sufren? No lo sé, no soy toro. Pero es innegable que tienen un sistema nervioso y un cerebro, que entre otras cosas, para eso están. Cuando aprendan a escribir con las patas y podamos hacer un test del dolor EVA, quizás averigüemos cuánto es ese dolor, pero a mí no me gustaría estar en su lugar.
Otro hecho innegable es que el toreo (discúlpenme si no elijo la terminología precisa), es un elemento patrimonial de la cultura del país. Con ello quiero decir que es una celebración, acto, o fiesta, que reúne un conjunto de elementos que heredamos de nuestra tradición y que enriquecen nuestra pluralidad cultural. Las corridas suponen una experiencia en comunidad y un espectáculo que nos hace participar de un juego de simbolismos, retos, metáforas e incluso catarsis. Sí, ya sé que todo acto con público tiene algo de folklórico, de banal y de mundano, pero eso ocurre incluso en un concierto de Bach. Porque sí, porque en la corrida también hay una expresión artística. Que yo sea un analfabeto del mundo del toreo, no me impide reconocer que en él hay una belleza plástica, una coreografía y una comunicación a un público que puede encontrar referentes en otras formas de expresión artística. Por favor no se me pongan irascibles los que, ofendidos en su sensibilidad, arguyen que en un acto de crueldad no puede haber arte, porque el arte tiene tantas ramificaciones como formas de vivir, ofensivas algunas de ellas para algunos, y si no fíjense en las exposiciones de plastinación humana o las expresiones surrealistas más extremas (léase Dalí recitando al lado de un burro en pleno acto de defecar, por poner un ejemplo).
Hasta ahí los hechos: Es decir, que existe un sufrimiento animal que sería deseable evitar, y que existe una tradición cultural (popular) que sería deseable preservar. En la aparente contradicción de estas dos aspiraciones es donde surge lo espinoso. Y si hasta ahora estaban calmados, voy a ser un poco malo. Porque ahora empiezan los juicios de valor.
A aquellos que están en contra de los toros: Cuando buscamos abolir aquellos actos que suponen un sufrimiento innecesario a los animales, ¿cómo juzgamos lo de innecesario? Porque, a excepción de los Veganos, creo que la mayoría concedemos tratos análogos en todo el sector de las industrias cárnicas. ¿Será porque no damos valor alguno a las corridas de toros? ¿Existe algún promotor de esta abolición, que se reconozca profundo admirador de la Fiesta, pero que por convicciones sacrifica su pasión en pos de un mundo más moderno y respetuoso con todos sus pobladores? ¿No será que los abolicionistas, reniegan de la Fiesta en todos sus aspectos y aborrecen todas y cada una de sus facetas? Eso resta algo de autoridad ¿no creen?
A aquellos que están a favor: ¿Alguno no ha ido nunca a una corrida o no ha disfrutado de ella? ¿O vive de algún negocio relacionado con la actividad? ¿Hemos considerado tal vez en algún momento el sacrificio de nuestro propio placer? ¿Nos hemos planteado a conciencia la situación en discusión, es decir, el pellejo del toro? ¿O sencillamente actuamos ceñudamente por reacción a aquellos que quieren aguarnos la fiesta, o el modo de vida? El mundo cambia, la sociedad también, las tradiciones también. Nos guste o no, han desaparecido tradiciones y fiestas que teníamos en la edad media, y en quinientos años habrán desaparecido muchas de las actuales. También surgirán nuevas. Nuestro patrimonio avanza con nosotros y podemos apegarnos a él o ser su motor. Podemos sacar provecho si lo manejamos bien, o perderlo para siempre en un atropellado encadenamiento de malentendidos.
Que el destino decida, parece que dicen algunos. Que las implacables leyes del mercado dicten si hay público o no, y si esta demanda decae, la actividad desaparecerá. Si no, ya se sabe, mientras hay dinero hay esperanza. Es triste que pongamos decisiones que podríamos tomar en comunidad al criterio de los sistemas mercantilistas que nos tienen subyugados. Como una tercera parte, de ciega justicia; con lo de ciega, quiero decir monetarista. Así, si la gente deja de comprar libros, quizás debamos olvidarnos de leer.
No es una cuestión sencilla, como decía al principio… Pero cuando un colectivo debe renunciar a algo nunca lo es. Supongo que una modernización de la corrida, sin banderillas ni espadas, sin picadores ni sangre, ni rabos ni orejas, sería algo demasiado poco contundente, (o demasiado drástico según se mire) para conformar a ninguno de los bandos. Sin duda lo será mientras no se reconozcan mutua y abiertamente los válidos argumentos de ambas partes. Hasta entonces, están sus sensibilidades para elegir uno u otro bando. Yo ya lo he hecho.
(No he usado términos como “cruel”, “maltrato”, “anacronismo”, porque no aportaban utilidad a la exposición y los he considerado apreciaciones demasiado subjetivas para esta pregunta con respuesta. Esas las ponen ustedes, si lo desean)
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