Como habitual lector de comics (o tebeos, novelas gráficas, como lo quieran llamar), hay algo que he sufrido y agradecido alternativamente durante mi vida.
Al ser consumidor de un producto que ha vivido casi siempre en la marginalidad cultural (no podemos decir que sea precisamente cultura de masas, al menos en este país) he padecido, demasiado a menudo, los inconvenientes de ser parte interesada de un sector pequeño, inestable y frágil con poca demanda; a saber: ediciones de baja calidad, o precios muy altos, poca oferta de títulos, largas esperas para las publicaciones, cancelaciones de colecciones, dificultad para encontrarlas en las tiendas, e imposibilidad de sociabilizar con el tema (a menos que fuera con los pocos aficionados como yo, que una vez se reconocen como tales, se miran con la estima de aquellos viajeros que cruzan solitariamente un desierto sólo he recibido incomprensión y miradas de soslayo).
De igual manera, estos inconvenientes, vienen motivados por las mismas razones que hacen de esta afición algo infinitamente agradable. El poco interés (por el volumen) que suscitamos como colectivo de lectores, como mentes permeables a contenidos, nunca lo hizo demasiado interesante para la máquina trituradora. La máquina homogeneizante, institucional, censora y marquetiniana de las superventas y los grupos de interés (colectivos morales, gubernamentales, corporaciones editoriales) apenas llegó a afectarnos (no al menos como lo ha hecho con la literatura, cine, y otros).
Por esa razón, he tenido el lujo de leer en comics sobre casos y cosas que aunque podrían ser tratados igual de bien en otros medios, jamás tendría la posibilidad de hacerlo. He llegado a conocer autores más personales, he sorbido su creatividad con menor limitación, y disfrutado de formas más experimentales de contar cosas.
Así que, aunque tenga que sufrir que mis preferencias como consumidor no formen parte del ‘mainstream’, debo admitir que poco interés tendría para mí si fuera de otro modo. Desde aquí mi saludo más cariñoso a los que en verdad sufren/gozan que esto sea todavía un mundo marginal, los que intentan vivir de ello: autores, editores, libreros. Ánimo, valientes.
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