Así es como les gusta llamarse a algunas entidades financieras en su publicidad. Por aquello de llegar a más audiencia, ya se sabe.
Sin embargo, tras los hechos de estos últimos años, parece que deberíamos hacerlo efectivo. Convertirlo en el Banco de todos de verdad. Sí, sí, aunque parezca que estoy blasfemando, estoy hablando de convertir los bancos en entes públicos.
Antes que se me lancen todos al cuello, déjenme exponer algunos datos. Las entidades financieras, probado está, comercializan un servicio de primera necesidad, un servicio público, porque todos necesitamos de él (facilitar el crédito y el ahorro). La oferta de este servicio no puede ser algo discrecional, hay que garantizar que existe. ¿Qué ventaja ofrece un mercado de libre competencia, cuando no podemos permitirnos que la selección natural anule a los peores participantes del sector (léase las ayudas que los gobiernos deben dar a los bancos, para que no quiebren)? ¿Qué eficiencias nos aporta cuando el único destino que les queda ante sí es generar beneficios o, generar más beneficios aún?
Si los más sonados frutos de la iniciativa privada de este sector son progresos del tipo: nuevo producto del i+d (hipotecas sub-prime, ninja, etcétera valoradas a riesgos ficticios), eficiencias en costes (bonus para los directivos estratosféricos, sueldos blindados con primas escandalosas) y contribución a la sociedad (cuando más se necesita el crédito, menos vamos darlo), ¿dónde está la gracia?
Ah, es verdad, si se intervinieran y nacionalizaran los bancos, todos los capitales huirían del país, por lo pronto. No recordaba yo que la ineficiente gestión gubernamental da todavía más miedo que la irresponsabilidad de algunas sociedades privadas. Creo que el único gran cambio de paradigma que veremos será, cuando la mayoría de transacciones ya sean por internet, la creación del Banco y Moneda Google.
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