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15 septiembre, 2010

Teatro del Mundo VIII – Somatizando estrés de forma original

A lo largo de los años he hecho (creo) interesantes descubrimientos sobre mí mismo. Esto, a base de auscultarme con atención, psíquica y fisiológicamente. Y aunque tal práctica me llevó a algún desagradable episodio de hipocondrismo en mi tierna edad, en general ha probado ser de cierta utilidad. Al fin y al cabo, ningún médico pasa tanto tiempo conmigo como yo mismo, así que, si bien me faltan conocimientos para poner remedio a mis males, al menos soy un buen conocedor de mis síntomas.

Dicen que uno de los mayores males del siglo pasado (y del presente, por extensión) es el del estrés. No sé quién, quizás ustedes puedan recordármelo, afirmaba que una persona está hoy en día sometida diariamente al mismo estrés que una persona en la edad media tenía en todo un año, ¿o eran diez años? No estoy muy seguro de tal afirmación. Supongo que esperar ser asaltado por los lobos en medio de un bosque a oscuras, o recibir una incursión de invasores extranjeros no debía de ser nada desdeñable. Pero bueno, poco me importan para el caso los quebraderos de cabeza de los campesinos del medievo. Yo he sufrido, sufro de vez en cuando, estrés. Supongo que ustedes también.

Imagen: Stefano Valle / FreeDigitalPhotos.net

Lo curioso del asunto, es que casi siempre mis episodios de estrés han ido acompañados de alguna forma de padecimiento físico, como si mi cuerpo tuviera una señal de alarma que reflejara el estado de turbación de mi mente.

Digo alguna forma, porque han sido varias y han ido cambiando con el tiempo, dejen que les cuente (los que son susceptibles de los males ajenos mejor no sigan leyendo).

La primera vez que esto ocurrió, fui inmediatamente consciente del fenómeno por lo notorio del tema. Tras una prolongada temporada de estrés y tensión, llegó un día en que éstos alcanzaron su grado máximo; a la mañana siguiente me levanté con una llaga en la boca, una verruga en un dedo y una tremenda irritación en el estómago. Tardé unos días en deshacerme de las molestias, pero fue como si una presa se hubiera desbordado. A partir de entonces, podía identificar las temporadas de estrés por los problemas digestivos que me acarreaban. Eran como un semáforo, y pronto empecé a interpretarlos como tales, para intentar rebajar ese estrés tan pronto aparecían. Y lo conseguía.

Hasta que cambiaron.

Como si mi cuerpo no quisiera que yo gestionara el fenómeno, al tiempo empecé a sufrir otro vergonzante mal: las hemorroides (en realidad no se si eran una o varias). Al principio no entendía por qué razón, pero tras varios episodios de sufrir en mi trasero las picazones y dolores, deduje que era la nueva forma en que mi cuerpo interpretaba las situaciones de estrés. Ya no había más indigestiones; solamente un culo en llamas, y perdonen la expresión. A partir de entonces esos fueron los nuevos semáforos que tenía que controlar.

Pasaron años, y por la parte que me interesaba, pude mantener esta situación sin apenas sufrir un ataque más. Hasta que tras unos meses de tener repetidos y fuertes dolores musculares en la espalda, deduje finalmente que la tensión muscular que me obligaba a tenderme en el suelo para aliviarme, en realidad estaba relacionada con mi amadísimo estrés. Mi termómetro interno de estrés había cambiado una vez más. Esta dinámica duró por algunos años.

Y así ha sido, los síntomas han ido variando (y he de decir que no se han repetido, al menos en eso, mi cuerpo es original). El último de ellos, especialmente curioso, se manifiesta como una extraña alergia en invierno, unas rojeces y fuertes picores directamente relacionados con los cambios de temperatura, y que afectan aquellas partes de mi cuerpo que están más expuestas al frío: orejas, cuello, tobillos, muñecas…

Bueno, estos últimos arranques, poco frecuentes, los he subsanado a base de antihistamínicos.

La pregunta, claro, es, ¿con qué voy a sorprenderme a mí mismo la próxima vez?

Y la reflexión es, que a veces preferiría no tener que lidiar con tanta preocupación, agarrar una espada, y liarme a bandazos con un enemigo más visible.

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Fototrampas por Iván Cosos J.N.S.P.S. está registrado bajo una Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.