Si entendemos que la ayuda al progreso, a la sociedad, las vocaciones por investigar, enseñar, estudiar, o por cultivarnos en cualquier disciplina, son cosas que en cualquier caso podríamos hacer igualmente y de forma gratuita, libremente y sin ninguna otra obligación, nos queda que la única razón necesaria para trabajar es… por el dinero. Seamos honestos. No hay porqué avergonzarse. Cierto es que, si en el empeño, además nos sentimos recompensados de otras maneras mejor que mejor; más interesantes y enriquecedoras serán las horas que le dediquemos. Pero aquellos que dicen que hacen su trabajo únicamente por su voluntad de servicio (como algunos políticos), ¡qué memez! ¿Entonces es que los demás, en nuestro trabajo, no tenemos volundad de servicio? Unos sirven a una comunidad, otros a una empresa y sus accionistas y clientes, pero todos lo hacemos al fin y al cabo por una retribución. La diferencia está en todo caso en a quién elegimos servir. Eso sí, con la voluntad de hacerlo bien.
Están los que dicen que, si tuvieran una fortuna, seguirían trabajando. Bueno, es posible, pero puntualicemos: Lo que uno haga, sin necesitar recompensa alguna por ello, o es pasatiempo o es un acto de solidaridad, pero no lo podemos llamar trabajo. Aún en tal caso, muchos optarían por un trabajo remunerado (término redundane, visto lo visto más arriba), seguirían trabajando como si tal cosa, ¿qué hacer si no? Los entiendo. Porque, ¿qué hacer cuando toda nuestra vida ha girado entorno al hecho de que uno debe pasarse trabajando gran parte de ella? ¿Qué ocurre sino, con los pobres mayores retirados? Cuando son rechazados de mejor o peor manera por nuestro sistema de procesado laboral, se encuentran a menudo en pequeñas crisis del estilo “ya no soy productivo, no tengo en qué trabajar, ergo no sirvo para nada”. Su esfuerzo les cuesta reprogramarse, recordar que en la vida hay vida más allá del trabajo. Pero ésa es una cuestión de crecimiento personal, que no tocaré aquí.
Finalmente están los que, efectivamente tienen fortunas, o vidas tan desahogadas que les permitirían vivir sin trabajar, pero siguen haciéndolo. Sin conocerlos a fondo (ya me gustaría), me atrevería a decir que su motivación puede responder a tres causas distintas, a saber:
- como los anteriormente descritos, no ven otra ocupación posible,
- o son de aquellos que, educados en el afán de crecimiento, piensan que nunca tendrán suficiente
- o bien, se hallan en un estatus de reputación, poder e influencia, que el trabajo les permite la perfecta excusa para ejercer un perverso placer, el de controlar, gestionar y apadrinar grupos de personas (digo perverso, porque aunque este ejercicio puede ser muy noble, a menudo se torna en un peligroso acto de vanidad y egolatría)
Pero el “ora et labora” por ahora es una única voz, y como digo siempre, en cuestiones humanas nadie tiene razón completa. Por eso hacía falta una réplica, que en otro momento ampliaré.
1 matices:
Culturalmente esta arraigado en la sociedad de trabajar el ora et labora. Para algunos trabajar se puede haber convertido en una necesidad social?
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