Cuando yo pregunto por el contrario a la gente, por qué les gusta viajar, suelen decir «oh, es muy bonito ver nuevas culturas y formas de vivir». Con lo que el acto de viajar queda expuesto como un modo de enriquecerse personalmente. Es entonces cuando los provincianos comodones como yo debemos defendernos. Para hacerlo he desarrollado mi propia teoría, que me permite contrarestar ese agravio. Es una teoría que demuestra que, a mi modo, yo también soy un viajero.
Imagen: Simon Howden / FreeDigitalPhotos.net
Según esta teoría, las personas podemos ser conocidas a tres niveles según el grado de familiaridad o confianza de nuestro conocedor (como si tuviéramos tres pieles).
La primera capa capa de piel es la más superficial, la que hace que nos veamos todos aparentemente distintos. Es la que descubro a simple vista, tras ser presentado a alguien y tener con él/ella una breve conversación. Es aquella piel que nos muestra los signos más externos y que rápidamente usamos para categorizarla (a menudo erróneamene). Nos fijamos en su forma de vestir, sus costumbres, su carácter, nivel social, etc. y distinguimos en la gente razas, nacionalidades, ideas políticas, religiones, afinidades sexuales, y un sinfín de cosas más. Vaya, algo de lo que podríamos encontrar en el perfil de una red social.
Bajo ésta, hay una segunda capa de piel, que muestra que todos somos en esencia iguales: con ilusiones, esperanzas, miedos, celos, envidias, hambres, y cuando uno se fija en detalle tras tratar lo suficiente a cada persona, puede ver que bajo ese prisma, un chino no es para nada distinto de un argentino, o una anciana de Canadá de un joven de Australia. Cuando conozco lo suficiente a una persona, siempre acabo viendo estas similitudes.
Y luego está la tercera piel, mi preferida. Cuando llego a conocer a alguien lo suficiente, (y éste se deja conocer) por debajo de las dos primeras capas acabo descubriendo en esa persona unos aspectos únicos, genuinos, a menudo sorprendentes, de su forma de ver la vida y tomar partido. Eso me atrae y me maravilla. Bajo esa piel, parece tan exótica la vida de las tribus amazónicas, como la del vecino de al lado. No pueden imaginar cómo de diferente piensa su vecino de ustedes. Porque, cuando somos reconocidos, cada uno de nosotros, no es que seamos distintos, es que somos únicos.
Para eso no hace falta ir viajando para arriba o para abajo, y ver en unas pocas horas los tópicos que se muestran bajo las capas superficiales; yo prefiero invertir mi tiempo en conocer mejor unas pocas personas que el azar cruza en mi camino. Cambio el viajar a un lugar por viajar a un individuo. Ya ven, yo a mi modo, también llego a descubrir nuevos mundos.
1 matices:
Totalmente deacuerdo.
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