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24 enero, 2011

Comparaciones Odiosas XVI – Procesar a las personas

¡Qué bueno este mundo de productos y servicios! Hoy en día, si se tiene el dinero, siempre hay alguien dispuesto a atender sus necesidades. Con el advenimiento de las empresas de servicios, tenemos quien nos ayude y procure todo tipo de atención.

Pero ocurre que por ese mismo progreso entramos en un mecanismo que es muy difícil disimular. Entramos en las operaciones de las compañías, en sus procesos, en sus actividades, y como tales, cambiamos de categoría. Ya no somos el señor tal, o la señorita cual; al pertenecer a esas extrañas e impersonales organizaciones, nos convertimos en elementos, demasiado a menudo, de un proceso de negocio.

Image: Federico Stevanin / FreeDigitalPhotos.net


Al cruzar la puerta de un hotel, o cine, o restaurante, uno ya no lo hace tanto como un individuo, sino como un cliente, un espectador o un comensal. Las atenciones que recibe entran en un campo muy, muy reducido, circunscrito a aquél servicio por el que va a pagar. Se le niega una parte de usted. Pocos son los casos que permiten olvidar esta obviedad. A veces, me fijo en algún camión lleno de animales aprisionados dirigiéndose a algún matadero desconocido, y sin saber porqué, me veo en mi faceta de cliente, suscriptor, abonado, paciente, empleado, pasajero o simple comprador.

Gran virtud tienen aquellos que consiguen evitar que el individuo se sienta como mercancía, o ganado. No siempre ocurre, y un hombre o mujer deviene parte del proceso, listo para ser procesado él mismo con una categoría algo inferior y recibir un trato más o menos digno. Y lo peor, llevado a cabo por otros seres humanos.

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Fototrampas por Iván Cosos J.N.S.P.S. está registrado bajo una Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.