Sólo que, si no se vive una vida demasiado mala, una sóla parece tan breve…
No desearía una vida eterna repitiendo año tras año las mismas experiencias. Prolongando hasta el aburrimiento lo ya visto, lo ya oído. Pero desearía vivir más vidas. Porque vida correcta, no hay ninguna, pero en el tiempo que tenemos debemos elegir la que mejor nos sienta.
No me digan que aún me quedan muchos caminos por emprender, no me digan que hay tiempo para hacer de todo, pues a éstos digo yo que el que vive muchas vidas no vive ninguna, y no es esto yo lo que pretendo. Quiero vivirlas todas. O muchas. A fondo. Y eso lleva dedicación. Toda una vida, o incluso más.
Si uno desea medrar socialmente, con dificultad puede llevar una vida espiritual y de recogimiento. Aquél que disfrute labrándose un porvenir en los negocios o el comercio, a duras penas podrá llevar una vida de dedicación a los demás y de entrega solidaria con los más necesitados. El que desea crear una familia, no debería lanzarse a experimentar hondamente con psicóticos para avanzar en las experiencias transpersonales, así como el religioso no debería ejercer de taúr. O sí, pero esas son de nuevo otras alternativas, diferentes de las anteriores.
Imagen: nuttakit / FreeDigitalPhotos.net
Con suerte, el arte narrativo me permite catar brevemente algunas de aquellas muchas vidas. Desde el cuento, al libro, la película o la canción, me veo a mí mismo habiendo tomado diferentes caminos, o por un mismo camino, con distintos resultados. Ese es el gran poder de contar y oír historias para mí. El del gran sucedáneo. Vivir otra vida por un tiempo, sin aún moverme de la mía.
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