Imagen: Evgeni Dinev / FreeDigitalPhotos.net
No entiendo qué extraña facultad tienen estos profesionales de la meteorología, pero son un colectivo que cada vez consigue más tiempo de programación. ¿Para qué? Vamos a ver, ¿cuánto se tarda en decir: “mañana lloverá”, o “va a hacer mucho frío”? Menos de cinco segundos. Entonces, ¿por qué oímos esa pesada verborrea durante veinte minutos o más?
Otro hecho frustrante, es la calidad de la predicción. Parece que se curen más en salud que los economistas, y eso que a diferencia de estos últimos, sus previsiones no afectan la materia de la cual son estudio. Me gustaría que alguien ofreciera un honesto y riguroso informe del grado de acierto que han ido teniendo en todos sus pronósticos a lo largo del tiempo.
“Es que resulta que hay muchas variables, resulta que es muy complejo realizar modelos ajustados…” ¿Pues para qué querer predecirlo digo yo? Es más, ¿podemos cambiarlo? De acuerdo, si se espera una nevada fuera de temporada, accedo a que haya un programa televisado excepcionalmente. Pero por lo demás, no entiendo tanto tiempo de programa. ¿Recuerdan el tiempo que se pronosticó hace cinco días, hace siete, hace diez? Pues pasaron su buena hora frente al televisor escuchando los tres… Una hora, madre mía. Es algo hipnótico, creo yo.
Y de relleno, empiezan a engrosar el programa con fotos de aquí y de allá, curiosidades, onomásticas, detallados informes de los sucesos atmosféricos ocurridos en todas partes. Claro, es mucho más sencillo hablar del pasado, que ya es conocido. Al final, todo ese magazine da trabajo a un montón de físicos (carrera que deben cursar los metereólogos, según tengo entendido) cosa de la que en las cadenas privadas no tengo queja alguna, que no en las públicas.
En resumen, me pone nervioso ese discurso acelerado y penetrante que sale del televisor cuando ha acabado el noticiario y comienzan los mapas de nubes. Es para mí el momento de ejercer mi derecho inalienable al zapping.
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