Cuando se levantó por la mañana miró al cielo a través de su ventana. Las nubes cubrían toda la bóveda, grises y negras, pesadas y amenazantes. Sonó el teléfono.
-¿Diga? Sí, allí estaré.
Encendió la radio mientras se preparaba el desayuno. El locutor convocaba a los oyentes a su futura comparecencia en directo: “Sí, allí estaré”.
El café sabía delicioso. Mientrastanto iba ojeando un periódico deportivo del día anterior. “Allí estaré”, declaraba un jugador refiriéndose a su próximo y crucial encuentro.
Se abrigó y salió a la calle, deseando que aquél fuera un día interesante. De pronto, se dio cuenta que había olvidado su paraguas y echó otro vistazo al cielo rogando en secreto a la lluvia que no hiciera acto de presencia.
«Allí estaré.»
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