¡Qué odioso es cuando alguien dice, los de tal país son más felices que los de tal otro, según un estudio de bla, bla, bla! Odioso por la generalización y odioso por la comparación.
Si ignoramos que yo ya dí el secreto de la felicidad, el hecho de creer que se puede comparar (según algunos datos de encuestas este tipo de situaciones) es como poco dudoso. Además, ¿qué datos se usan para ello? Datos, datos, datos, parece que vivimos en la era de arrojar cifras y números aunque no tengan mucho trasfondo.
Por eso me alegré cuando supe de esta noticia: que en la Universidad Nacional de Educación a Distancia UNED habían desarrollado un indicador un poco más elaborado y preciso para estimar el índice de calidad de vida de una colectividad (el índice QLP) en lugar de basarse en el tosco producto interior bruto, que tan sólo nos muestra cómo de productivos somos, pero no si disfrutamos mucho con ello, o si todos salimos beneficiados. Por eso aplaudo esa iniciativa. Parece un avance ante esa corriente liberal que ha considerado siempre que aumentar la productividad era el único bálsamo para alcanzar el mejor bienestar en cualquier sociedad (todo lo demás se daba casi por sentado).
Tantos ordenadores, tantos datos, y resulta que todavía nos guiamos por el PIB para saber si gozamos de una buena calidad de vida… Bueno, ahora, a ver si los gobiernos hacen uso de la herramienta, o quizás sea algo demasiado sesudo para sus econometristas (o revelador, vaya usted a saber). Mientrastanto, les deseo un feliz e interesante año 2011.
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