Eso significa democracia, etimológicamente al menos. No quiero debatir si en la práctica ocurre realmente así, porque podríamos pasarnos meses para concluir algún hecho al respecto.
Pero me apetecía comentar de la democracia. Aunque sea tabú hablar críticamente de la democracia, porque todos los sistemas alternativos que conocemos han resultado ser más injustos e incluso crueles, no está de más señalar lo mejorable.
A medida que me hago mayor, noto que los días pasan sin apenas darme cuenta. Si tengo que escuchar a los que son mayores que yo, ese efecto va cada vez a peor. Con lo que me encuentro en una dolorosa situación y es que, no sólo me pasan los días, semanas, meses, como si fueran un rápido sueño, sino que lo hacen cada vez a mayor velocidad. Me veo ya en estado de senil prostración en tan sólo un par de parpadeos.
He estado documentándome y reflexionando sobre el fenómeno, para intentar ponerle remedio. Pero no he encontrado aún explicación satisfactoria. Estoy barajando algunas hipótesis, a saber:
La percepción del paso del tiempo se acelera a medida que frenamos nuestro aprendizaje: todas esas eternidades de espera cuando eres un crío (minutos en realidad) sólo lo parecen porque nuestras cabecitas de infante están ávidas de estímulos a cada momento
La falta de una actitud zen, nos provoca alienación, vivir un momento presente robado por nuestros quebraderos de cabeza, falta de atención y mente indisciplinada que vagabundea de aquí para allá, sobre veinte temas a la vez
Nuestras vidas se vuelven más y más rutinarias, haciendo siempre lo mismo, de la misma manera, sin capacidad de sorpresa ni anticipación
En cualquier caso no dudo que este problema, por llamarlo así, se halla sólo en nuestra cabeza, y que sólo nosotros tenemos la llave si no para detener, sí para frenar esta máquina que devora aceleradamente los momentos de nuestras breves vidas. Yo todavía no he encontrado esa llave. ¿La tienen ustedes?
Cuando la tecnología nos sorprende, algo se sacude en nuestro interior. No hablo de una sorpresa intelectual, al fin y al cabo, la especulación científica y la ciencia ficción nos permiten imaginar futuros posibles, sino de algo más primario, más animal. Es como si en nuestra mente hubiera ciertos atavismos que van allá de nuestra cultura presente.
Esto es lo que me ocurrió a mí con el perro descabezado.
Hace algún tiempo quedé verdaderamente admirado al ver un video del producto de una empresa estadounidense llamada Boston Dynamics (http://www.bostondynamics.com/). Expertos en robótica y biomecánica que están creando prototipos de robots que pueden desplazarse por distintos terrenos con cargas útiles. Olvídense del humanoide que saluda con la mano, o incluso del que toca el violín. El efecto fue pasmoso, ante mí, tenía un perro sin cabeza, con unos angustiosos movimientos orgánicos (más angustiosos aún, si añadimos el audio del las imágenes). Sin poder evitarlo, dudaba de si se trataba de un engaño, de alguna composición de imágenes, y buscaba la cabeza del pobre animal por todas partes.
Es curioso cuando un movimiento tan orgánico, cuando no va asociado al ser vivo que estamos acostumbrados, nos crea esa paradoja interior. Francamente, no sé porqué algo así no ha tenido mucha más resonancia dado que sin duda afectará en algo nuestro inconsciente colectivo. Aquí les dejo el video para que lo disfruten, por si sienten la misma sorpresa.
También les dejo un video humorístico, con el que estuve riendo un buen rato. No les cuento más, descúbranlo ustedes. Baste con decir que el humor nos ayuda a asimilar culturalmente los choques conceptuales que nuestra sociedad encuentra, prueba de lo que venía afirmando antes del perro descabezado.
A lo largo de los años he hecho (creo) interesantes descubrimientos sobre mí mismo. Esto, a base de auscultarme con atención, psíquica y fisiológicamente. Y aunque tal práctica me llevó a algún desagradable episodio de hipocondrismo en mi tierna edad, en general ha probado ser de cierta utilidad. Al fin y al cabo, ningún médico pasa tanto tiempo conmigo como yo mismo, así que, si bien me faltan conocimientos para poner remedio a mis males, al menos soy un buen conocedor de mis síntomas.
Dicen que uno de los mayores males del siglo pasado (y del presente, por extensión) es el del estrés. No sé quién, quizás ustedes puedan recordármelo, afirmaba que una persona está hoy en día sometida diariamente al mismo estrés que una persona en la edad media tenía en todo un año, ¿o eran diez años? No estoy muy seguro de tal afirmación. Supongo que esperar ser asaltado por los lobos en medio de un bosque a oscuras, o recibir una incursión de invasores extranjeros no debía de ser nada desdeñable. Pero bueno, poco me importan para el caso los quebraderos de cabeza de los campesinos del medievo. Yo he sufrido, sufro de vez en cuando, estrés. Supongo que ustedes también.
¿Cómo funciona esto de los post? ¿Los que son actualizados más a menudo están en mejor posición? ¿Son los que consiguen más seguidores? ¿Seguidores para qué? Ah, sí, es cierto, el negocio de la publicidad.
Ciertamente hay muchos tipos de blogs y éste, en concreto, se parece un poco a una columna de opinión de algún periódico, pero con la diferencia que no me pagan por escribir en él, ni estoy obligado a hacer entradas con una periodicidad determinada, aunque intento hacerlas con regularidad. Todo esto lo digo no sin cierto resquemor, porque mi opinión de los opiniólogos no es muy buena, en general. Seamos sinceros, todos tenemos nuestra opinión sobre algo, aunque no sería necesario. De qué nos sirve la de un ilustre personaje, ya sea escritor, político, cineasta o personaje mediático. ¿Que uno sea buen escritor lo autoriza a hablar bien de todo? No lo sé, pero sospecho que cuando uno está obligado a escribir tantas palabras sobre algo, con tanta asiduidad, o una de dos, o su fondo documental e inspiración son inagotables, o la calidad e interés de lo que dice se va diluyendo.
Mucho me temo que a este blog le va a ocurrir lo mismo, (si es que ese interés inicial ha existido en algún momento).
Cascanueces, El Lago de los Cisnes, o danza contemporánea. No los soporto. Jamás pude aguantar más de tres minutos viéndolo por televisión, no hace falta que les diga que nunca he ido a ver un ballet. Bueno, miento, fui a ver Sara Baras y me gustó. Pero esa fue la excepción; ¿Puedo seguir, o ya perdí toda mi credibilidad?
Y qué tiene de destacable esta preferencia (o falta de ella, dado el caso) pensarán; pues la verdad es que ser consciente de mi falta de gusto por la danza en general, provocó que dudara de mi sensibilidad para las artes. Siempre me gustó la música, el dibujo y la pintura, el teatro, la literatura, la escultura y la arquitectura, también la fotografía, el cómic y el cine puestos a enunciar las bellas viejas y nuevas artes. No quiero decir que me guste todo, pero sí que podía ver en ellas obras que me interesaban y me agradaban más que otras. Entonces, ¿por qué no ocurría así con la danza?